Una dama acaudalada en ronroneos, convicta techera. El recuerdo sostiene que le gustaba recibir visitas en pijama y que no tenía reparo para entrar en confianza. La ruta principal siempre conducía al salón del peinado. Donde el deleite nos abrazaba, tan alto como las impertinentes murallas del cielo.
por : Elsa Lastenia