Ana Zavala . Bailarina
Ana, además de bailarina, es fundadora del grupo de danza y teatro Íntegro, con el que ha creado gran parte del repertorio de la danza contemporánea nacional. Cuando baila, Ana parece un tigre, un viento o un espíritu.
¿Quién es Ana Zavala?
Asu, buena pregunta.
¿Siempre fuiste bailarina?
Sí, pero, no me considero una bailarina. No diría que soy una bailarina. A veces, puedo ser muchas cosas, creo; no me gusta parametrarme en una sola. Lamentablemente pareciera que nos han obligado a tener que ser alguien. Yo, de verdad, quisiera ser igualita a mi gato. Esa es mi respuesta, no quiero ser nadie. Es más, cuando no soy nadie en los viajes, soy la persona más feliz de la Tierra; cuando eres un “NN” y tu identidad se construye día a día en relación a lo que te va pasando. Nadie te conoce, entonces, ¿quién eres si nadie te conoce como lo que tú crees que eres? ¿No? ¿O lo que en una sociedad se ha formado y te ha convertido en algo? Pero yo no creo eso.
Pero sí te consideramos nosotras una bailarina importante.
Sí, pero, hay más que eso, creo.
Claro, tú no lo sientes así y está muy bien, pero, en la sociedad…
Lo puedo sentir, pero son convencionalismos. A eso voy, nada más. Y a veces, quieres salir de esas convenciones, porque…
No son realmente significativas a un nivel personal.
Para nada.
Pero, sí, siento que eres un alma transformadora. Siempre que te escucho aprendo algo.
Quizás… Algunas veces me he dado cuenta que funciono como un canal que une una cosa con la otra. Esa cosa con la otra puede ser, una amiga con un amigo; una amiga con un lugar; o mi danza con alguien que la pueda recibir…
En los talleres sentí que me ayudaste a conectarme conmigo misma, con el movimiento.
Algo así siento.
¿Lo haces intuitivamente o te das cuenta de que eso va a pasar?
Lo hago naturalmente por una necesidad de hacerlo, porque te quiero y digo “vamos aquí”, y siempre trato de unir una con otra. Personas, generalmente, o cadenas… Como encadenamientos. Eso es lo que siento más claro, creo, en mi personalidad, si se pudiera llamar, un don. O una misión de repente, más que un don.
¿Siempre has vivido en Lima?
He vivido en Huacho cuando era chiquita, también en Chaclacayo y nací en Los Órganos.
foto de sus padres intervenida por Ana, cuando su madre estaba embarazada de ella
¿Tu niñez ha sido en la naturaleza?
De Chaclacayo, me acuerdo bastante. De Huacho, no mucho; del puerto, sí. De Órganos, no recuerdo nada porque era recién nacida. Sí me he movido un montón.
Cuando vas a trabajar tus proyectos, ¿dónde te gusta situarte?
Tengo un espacio arriba donde pasa de todo. Puede ser cuarto de costura, donde está la computadora…
¿Coses, Anita?
No, pero remiendo, y tengo algo con el bordado -tengo ahí un mantel que bordé hace años-, que creo que, sí, de hecho, me hubiera gustado desarrollar más, pero soy bastante caótica, bien indisciplinada.
¿Dispersa?
Mi mamá me decía “Hijita, baja a la Tierra. Baja que estás en la Luna”.
Yo creo que el espacio creativo, en mi caso, tiene un montón que ver con la naturaleza y con la contemplación de la naturaleza; en los paseos, cuando salgo a caminar, miro el mar… En esos espacios de soledad, es donde siento que se cuece algo, algo que comienza a latir. Y de ahí, depende, a veces escribo, a veces lo hago directamente con el cuerpo, en una sala de ensayo, donde trabajemos.
Si es algo más de escritura, de lectura, ahí tengo mi computadora. Tengo una sala donde hago meditación y me tiro hacer yoga; también, a estirar. Entonces, es una comunicación de varias cosas. El enfoque está siempre ahí, en algo que vas creando, cocinando, y es todo el día, sin un lugar específico. Lo tienes adentro y vas buscando. Es como estar alerta. Y el estar alerta está en todos lados. Cuando estás en ese momento, de ahí vas viendo cómo lo vas materializando: un escrito, bocetos… porque no es siempre. A veces, estás en nada.
Algunas personas necesitan un espacio específico para canalizar su creatividad.
Claro -y un método, también-, un lugar donde tú te concentras. Generalmente, con el cuerpo, es en los ensayos, que son espacios que se abren para ver qué pasa. Como cuando cantas en las improvisaciones. Y eso es en un lugar que no tiene lugar, porque cambia.
¿A dónde te gustaría mover tu casa?
Al mar. No veo un lugar específico. Tal vez México… Tulum… (Nos reímos porque Tulum es muy exuberante, paradisíaco). También puede ser en el Perú, en un lugar tropical, no muy frío… No sé. Per hay tantos lugares… Exactamente dónde, no lo he visualizado aún.
¿Te gusta cocinar?
Sí. Lo que más me gusta cocinar, son cosas crudas. Me encanta hacer ensaladas, porque me gustan las formas y los colores diversos de los vegetales. Es como una jardinería: arrancar el perejil… ponerlo… Ese tipo de cosas. Intuyo que no es tanto la cocina de la alquimia de los olores de la canela, de la infancia… Obviamente puedo hacer un pastel, puedo hacer una sopa… También me gustan esos olores, pero creo que los olores los siento más en relación a los momentos íntimos, con las sábanas, con la cama, con los aceites… Con eso. Ahí siento un poco más la relación con los olores.
Cuando ensayas es rico llegar y ponerte aceite en tus piecitos cuando estás estirando, antes de empezar a hacer clases… Me encantan los aceites, tengo miles de aceites.
¿Qué olores te gustan?
El eucalipto, la lavanda, las flores… El sándalo, me encanta; el jazmín, me gusta; la rosa, es una de las primordiales para mí. Cualquier aceite es bueno; depende de lo que necesites.
Los tés también tienen muchos aromas…
Los tés, el café por la mañana… ¡uf!. Levantarte y hacer tu cafecito en la mañana es como “¡Gracias, Dios!”. Pero cuando empiezas a tomar té, el café pasa a un segundo plano. Las hierbitas son buenazas, además, en el Perú, hay miles.
Un gato empieza a mordisquear a Chichi. Nos advierte que es un mordelón, mientras que él nos sorprende con su belleza. En palabras de Ana, es un gato churrísimo. Nació el mismo día que ella y desde hace un año y medio, hace lo que quiere en la casa. Se llama Ximu, como un personaje de la novela, Ino Moxo, de César Calvo, en la que Ana y su esposo Óscar Naters inspiraron su obra homónima.
¿Qué te gusta hacer en la casa?
Todo me gusta. ¿No ves el orden? Soy medio maniática.
¿Tú limpias siempre sola?
No, también viene alguien a ayudarme. Hay momentos en los que se desordena todo, como cuando estás ocupada con un trabajo y todo se comienza a desordenar y yo me comienzo a desesperar. Me gusta bastante ordenar, pero es difícil cuando vives con otros porque todos desordenan todo. Yo soy la única que está “por qué lo dejas aquí, se va a caer. Déjalo acá”. Soy un poquito más fijona en eso, pero, son obsesiones, no lo veo muy bueno tampoco. Se ríe. O sea, es bueno hasta cierto punto, pero sin pasarse.
¿Siempre has tenido gatos?
De chiquita no le tuve mucho apego a las mascotas. En la casa de mis padres habían perritos; gatos nunca. Más bien, de grande he tenido gatos.
¿Cómo es tu relación con las plantas? ¿Cultivas plantas de combate, plantas fuertes, o tienes por ahí violetas, orquídeas…? (Tus plantas están lindas).
No, yo no sé si tengo buena mano para las plantas, sinceramente. Me gustan, pero no tengo la mano que tenía mi mamá. Mi mamá era increíble, siempre sus plantas eran lindas. Se me mueren las plantas, a veces.
¿Dónde te gusta estar sola?
Para estar sola paseando, obviamente, me gusta mirar el mar; y en casa, me gusta estar en mi cuarto.
¿Qué elementos en él son fundamentales?
Es más una sensación de descanso. Eso, más que todo. No voy al cuarto necesariamente para hacer cosas. Me gusta la sensación de ponerme de costado, respirar y decir “¡qué rico!”, en la siesta, por ejemplo. ¡Es bueno! ¿No?
No tengo objetos fetiches, ni preferidos; me adapto muy fácilmente a las cosas. Claro, obviamente, prefiero una seda, que un plástico. Hay diferencias en esas cosas sutiles que, a veces, tienes al tacto, por una sensación rica...
Pero no es porque simbolicen nada.
No, no tengo nada que diga “no, este objeto no te lo llevas, ni hablar”. A menos que sea un recuerdo muy personal, un recuerdo de mamá, una cosa que guardas con un cariño especial. Pero tampoco quiere decir que no se pueda ir en algún momento.
Pero sí me gusta esa cosa suavecita de la cama, de tu almohada limpiecita con olor a limpio, que te hace decir “¡Gracias, Dios!”. Esa sensación es bonita, es como regresar al nido, algo que tiene que ver con el descanso, porque, uno anda cansado. Cuando paro, es ahí.
¿Hay algún paisaje que te haga soñar?
Un espacio ideal, creo que no tengo, como te decía, puedo adaptarme. La relación con el mar, de hecho, es bien fuerte; el desierto es maravilloso, me encanta el desierto del Perú, que es lo que a nosotros nos ha nutrido, lo que respiramos todos los días. Las huacas de la costa son una maravilla para mí. Son espacios de conexión sagrada. Pero, no para vivir, necesariamente, porque ¿qué haces en un desierto? ¿Morirte de calor todo el día?
Pero, estos cenotes que hay en México -regresando a esta zona yucateca-, están debajo de la tierra y son de agua. Dicen que son restos del meteorito que cayó en la Tierra hace no se cuántos millones de años, que formaron esas grietas –que son miles- en toda la península de Yucatán. Están debajo de la tierra, algunos a 50 metros, otros a 100 metros hacia abajo. Alrededor hay piedras distintas: rocosas, cristales… Y ahí nadas, ¡es alucinante! ¡Es maravilloso!
Te sientes como nuevamente regresando a ese centro que uno busca -en la vida creo que uno busca llegar a algún lugar o regresar a donde naciste-, hay algo ahí. Es locazo ese sitio; hay un silencio alucinante, el agua es dulce, te puedes bañar, puedes pasar de uno a otro… Son como cuevas, pero con agua. Es una de las experiencias más fuertes que he tenido a nivel de paisaje. Así como en la costa peruana, que te digo que me encanta.
¿Coleccionas algo?
Tengo un montón de muñecos. Pero no los tengo porque los coleccione y “¡oh! ¡No te los lleves!”, o que me compre cuando voy a la India, a Bali… no. Son plásticos que me he encontrado por ahí, pero, me gustan las muñecas. Muñecos, también pueden ser… Tengo por ahí un dinosaurio, un otorongo, un Hulk… Los tengo en una caja para que cuando venga algún amiguito o un sobrinito, tenga algo para darles.
¿Sientes nostalgia de algún lugar que no conoces?
No sé si la he sentido, pero la puedo sentir ahorita que me lo estás diciendo, de repente.
¿Y tiene alguna imagen?
Sí, de hecho es una casa que es redonda, no es cuadrada. Eso sí lo tengo clarísimo. Es redonda, color tierra… De hecho puede ser un color naranja-melón o tierra. Puede ser de barro, también puede ser blanca. Tiene espacios circulares, de todas maneras. Y jardines interiores.
¿Y dónde está? ¿Qué airecito tendrá?
Es caliente, pues, es tropical. Nuevamente, llegando al tema, es por ahí.
¿Será el México que dices?
Podría ser México.
¿Por ahí estará tu casa esperándote?
Por ahí, o en Brasil… En esas costas, exuberantes, frondosas… No es árido, necesariamente. Pero sí es un espacio redondo, con plantas adentro y ¡agua! Agua, tiene que haber dentro de la casa. Básico. El agua tiene que correr dentro de la casa, como con canales, chiquitos… ¡Aunque sea uno! O una pocita donde circule el agua, y que suene. Algún movimiento. Porque es como un canto y, claro, lo puedes tener en el mar, si vives a la orilla del mar y escuchas las olas… Ese arrullarte… Pero, el sonido de correr el agua poquito, en una casa… ¡Cómo quisiera!
Un canal que baje, o una grieta, una gruta, donde caiga el agua y se vaya para afuera, y reciclar el agua o usar esa agua para el jardín. Obvio, con un árbol; tiene que haber un árbol en la casa, o varios, mejor.
¿Qué árbol te gusta?
Me encanta el suche, el floripondio… Los rosales… Si tuviera una casa con jardín, ¡uf!, tendría rosales de todos los colores. El rosal, me encanta, pero es más un arbusto.
¿Alguna cosa que no tendrías en tu casa?
Un perro, creo. Y no tengo microondas.
¿Un perro?
Es que no me gustan los ruidos, me gusta el silencio. Necesito el silencio urgente, entonces, un perrito que ladra… A menos que el perrito no ladre, pero no le vas a decir al pobre perrito que no ladre. Creo que un perro me pasaría de vueltas un poco, pero, no es el perrito en sí, sino, el ruido. Las cosas bulliciosas no me gustan, por ejemplo, los cuchillos eléctricos… Ahí está, un cuchillo eléctrico, no tendría. Porque, además, para cortar qué, ¿carne? Como no como carne, ¿para qué quiero un cuchillo eléctrico?
Para el panetón…
¡No!… El panetón lo agarro con la mano, lo pellizco, nomás, y lo cojo… No necesitas el cuchillo.
(Nos reímos).
¿Qué te has regalado con mucho gusto?
¿En la vida? ¿Objeto o cualquier cosa?
Cualquier cosa.
Ver a Pina Bausch, por ejemplo. Hice todo lo imposible, me subí al teatro tres veces, dormí en el parque, cualquier cosa. Tengo una foto con ella. Me la crucé en un ascensor.
Y, ¿qué le dijiste?
No le dije nada.
Y, ¿cómo tomaste la foto?
No, la foto fue después, no fue en ese momento; fue ese mismo día después de la función, hubo una recepción, y me le acerqué y le dije “¿me puedo tomar una foto con usted? Vengo de Perú”. “¡Claro!”, me dijo. Tenía unos ojos azules… En esos ojos vi todo, creo. Fue bien bacán ese encuentro. Sus ojos azules impresionantes, de una bondad, que se te quedan forever. Las miradas, qué fuertes son. Eso me acuerdo muy claro: sus ojos. Increíbles. Tengo dos fotos con ella, una con ella sola y otra con un japonés que es un famoso bailarín de butoh, ella y yo.
Esa es una cosa me he regalado de puro terca, porque dije “¿No hay entradas? Yo me voy a ver esto como sea” -estaba en París-. De puro tesuda.
Y, ¿así eres en general?
Sí, a veces se me mete algo en la cabeza y como sea trato de conseguirlo. A veces, no tendré buenos resultados, pero, si se me mete una cosa en la cabeza digo “como sea voy a tener esto”.
Y de cosas que me haya comprado… Siempre me compro cosas. Hace poco me compré una joya. Es una joyita.
¿Y este anillito?
Éste me lo regaló Óscar. Es tan enano, es parte del dedo, ni lo siento. Es lo único que no me saco cuando hago masajes. A veces, me lo saco: cuando bailo, en las clases… Ahí me saco todo, no soporto las cosas.
Me encantan los libros, siempre me compro libros, a veces me los compro porque me gusta el libro en sí, no por el contenido necesariamente. Pero, también el contenido, obviamente, es importante.
Y te lo lees todito…
Sí, los leo; los ojeo, también. Pero, sí, a veces miro la forma del libro y lo que dice el título… Cosas así.
¿Eres metódica para leer?
Yo tengo que leer corto y rápido. Me aburren las novelas largas. Tengo que leer más ensayos, o libros largos que tengan capítulos cortos, donde yo sepa donde acaba y que me puedo ir a hacer otra cosa y regresar. No puedo con esos chancacones tediosos.
¿A qué te gustaría dedicarle más tiempo dentro de tu casa?
A escuchar música. No escucho mucha música, acá, en la casa. Escucho en la computadora, pero, no es lo mismo que poner tu disco y echarte en tu sillón y escuchar con una buena fidelidad una música que te guste. Eso me gustaría, escuchar más música, tranquila o salsa, lo que fuese.
Y, ¿qué no te gusta hacer dentro de la casa? Del cotidiano.
De las cosas hogareñas, me gusta hacer todo, pero, cansa, pues, a veces, ¿no?
¿Reniegas, a veces?
Sí, soy recontra renegona.
¿Dices “¡ordenen!”?
Si, tengo que estar detrás, porque si no ordeno yo, nadie ordena. Óscar riega por las tardes el jardín; Trilce se encarga de la cajita del michi (porque ella trajo el gatito)… Hay varias cosas repartidas. Pero, a veces, se olvida y se puede quedar la caja 4 días y yo tengo que ser la que… La mamá siempre es la que está más pendiente de todo. Nosotras somos multifacéticas; todo puedes hacer a la misma vez: escribir, pensar, amar, correr, salir, abrir, cocinar… Todo a la misma vez. Eso es locazo. Yo me doy cuenta de que los hombres, no, los hombres hacen solamente una cosa a la misma vez. Una. Son unidireccionales; en cambio nosotras somos más multi.
No entiendo porque tenemos que comer tres veces al día: hacer el jugo, tostar el pan, hacer la ensalada, el pollo… En la cena, también, vas variando… Los panqueques… Y sientes que tienes que estar lavando los platos…
Y cuando acabas de lavar, ya tienes que volver a cocinar.
¡Exacto!
Además, después de lavar, tienes que guardar los platos, porque cuando quieres volver a lavar, está todo lleno de cosas… ¡Dios mío! ¡Eso es todo el día! ¡Es alucinante!¡Todo el día las ollas están ahí!
Eso de comer tres veces al día, es un montón de inversión de tiempo de una.
Es demasiado. Dicen que la ración normal es un puño diario, imagínate. En el ayurveda, es así. Y el resto, agua.
¿Sí? ¿Un puño de qué?
Tiene que tener de todo un poquito. Puede tener una taza de arroz o una menestra; de ahí, le metes ají, básico; y germinados…
¿Por qué el ají es básico?
Porque te dicen que tienes que tener todos los sabores en un solo plato, los cinco sabores: dulce, amargo, picante, salado y ácido.
No es tan difícil, tampoco.
Después fuimos a conocer su cuarto de trabajo. Los colores eran cálidos; destacaban mucho el rosado y los rojos de la cama y los cojines, es donde nos hemos aposentado a mirar su colección espontánea de muñecos. Tiene algunos que compró, regalados y otros que aparecieron, como una muñequita que se presentó en la orilla de una playa. También hay fotos lindas de su infancia, entre muchas chucherías, pequeñas, de plastiquito, curiosas.
Comimos torta, galletitas y tomamos té. Conversamos, reímos y nos quejamos del calor. Compartimos la placidez del gato. Desde este 31 de marzo, podemos verla en escena en la reposición de Ino Moxo, en el Teatro Británico.
y se hizo de noche. entrevista y conversa : Giovanna Nuñez . Roxana Doig